
JULIO CORTÁZAR

MOVIMIENTO TELÚRICO
EL ENFRENTAMIENTO IDEOLÓGICO ENTRE CORTÁZAR Y ARGUEDAS
“Todos somos provincianos”. Con esta frase se inicia la disputa, aunque olvidada, entre el escritor peruano, de corte indigenista, José María Arguedas y el escritor argentino Julio Cortázar, quien residía para entonces en París. La rencilla ideológica tuvo lugar a finales del 60 del siglo pasado.
Todo empezó cuando Cortázar, en 1968, en su famosa “Carta a Roberto Fernández Retamar”, opinó que un escritor alejado de su país e instalado en el viejo mundo podía conocer perfectamente las raíces de lo latinoamericano. Afirmó además que el telurismo le era ajeno y le parecía un pensamiento errado por lo “aldeano” que resultaba.
A Arguedas le pareció un desatino y, junto a un adelanto de su novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, publicado en la revista “Amaru”, escribió que si bien Cortázar poseía “una aguijoneante genialidad”, todos eran provincianos, de las naciones y de lo supranacional.
Un año después, Cortázar contestó tajantemente desde la cosmopolita revista “Life” que estaba de acuerdo en que todos éramos provincianos, pero que había “una clara diferencia entre ser un provinciano como Lezama Lima (muy amigo suyo), que precisamente sabe más de Ulises que la misma Penélope, y los provincianos de obediencia folclórica para quienes la música de este mundo empieza y termina en las cinco notas de una quena”.
Tal respuesta generó en Arguedas una evidente molestia que tradujo en un artículo de nombre “Un inevitable comentario a unas ideas de Julio Cortázar” publicado en El Comercio en junio de 1969. En él, el autor de “Los ríos profundos” le recuerda a Cortázar que las quenas modernas tienen más de cinco notas y que por eso le dedicaba un jaylli quechua. Luego de algunos meses, Arguedas aseguró que Julio quiso ningunearlo y en un arrebato de humor lo retrató como un ser mitológico que cabalga en “flamígera fama como sobre un gran centauro rosado”.

